Para quienes tienen conceptos muy básicos sobre las plantas en general, y que su experiencia solo se limita a que ellas necesitan tierra, luz y agua; es necesario entrar en detalle sobre uno de los elementos clave en su ciclo vital.

Hablamos de la tierra o sustrato, que es la base sobre la cual se desarrolla la planta durante toda su vida; donde sus raíces se expanden y toman el agua y los nutrientes que utilizarán para llevar a cabo los procesos bioquímicos con los que se alimenta para desarrollar su ciclo biológico.

Esta tierra, de ahora en adelante sustrato, tiene diferentes composiciones que afectan el tipo de planta que puede albergar; por ejemplo, las malezas pueden crecer sobre sustratos muy hostiles: ácidos o alcalinos, pobres en nutrientes y menerales; las plantas ornamentales requieren de sustratos más balanceados en su acidez aunque no necesitan una cantidad considerable de minerales y elementos orgánicos; pero al tratarse de sustratos de plantas que nos proporcionan alimento llámense raíces, bulbos, hojas, semillas o frutos; la calidad del sustrato es otra cosa.

Y es que el desarrollo de estos alimentos exige una considerable cantidad de minerales y sustancias orgánicas que son esenciales para el desarrollo de la planta en estos casos específicos.

Sin ahondar mucho en el tema, los requerimientos básicos de una planta alimentaria pueden catalogarse en macronutrientes como el Nitrógeno que es esencial para el crecimiento de las hojas y las raíces, el Fósforo que ayuda en el desarrollo de raíces fuertes y en la floración y la producción de frutos, el Potasio  que mejora la resistencia a enfermedades y ayuda en la madurez de los frutos, el Calcio que es esencial para el crecimiento de las raíces y la producción de hojas y frutos, y el Magnesio que es un componente clave de la clorofila y ayuda en la absorción de otros nutrientes.

Los micronutrientes son el otro grupo escencial para el desarrollo y estos incluyen el Hierro que es esencial para la producción de clorofila y ayuda en la absorción de nitrógeno, el Manganeso que ayuda en la producción de almidón y en la absorción de nitrógeno, el Zinc que es esencial para el crecimiento y la producción de frutos, el Cobre que es necesario para la producción de clorofila y para la resistencia a enfermedades y el Boro que es necesario para la producción de semillas y la absorción de calcio.

Es importante tener en cuenta que todos estos nutrientes son importantes para el desarrollo de las plantas alimentarias, y una falta o exceso de cualquiera de ellos puede afectar negativamente el crecimiento y la producción de las plantas. Por lo tanto, es importante utilizar abonos que proporcionen una buena cantidad de nutrientes equilibrados.

Estos abonos pueden ser aplicados en forma de fertilizantes, es decir insumos agrícolas preparados para aportar directamente cantidades controladas de estos minerales y que se venden en almacenes especializados; o abonos orgánicos que son más sanos, amigables con el medio ambiente y elaborados por nosotros en casa, y que tienen muchas bondades entre ellas:

  • Mejora la salud del suelo

    Los abonos orgánicos mejoran la salud del suelo al aumentar la cantidad de materia orgánica, aumentar la actividad biológica y mejorar la estructura del suelo.

  • Fertiliza de manera natural

    Los abonos orgánicos proporcionan nutrientes esenciales a las plantas de manera natural y sostenible.

  • Aumenta la resistencia a enfermedades y plagas

    Las plantas alimentadas con abono orgánico son más resistentes a las enfermedades y las plagas debido a su mayor resistencia natural.

  • Promueve la biodiversidad

    Los abonos orgánicos promueven la biodiversidad al fomentar una variedad de microorganismos y hongos benéficos en el suelo.

  • Son seguros y sostenibles

    Los abonos orgánicos son seguros y sostenibles al no contener productos químicos tóxicos y ser un recurso renovable.

El fertilizante a base de cáscara de huevo aporta calcio al sustrato y a la planta.

En una próxima entrega entraremos en detalle de las formas en las que podemos utilizar la materia orgánica de nuestros hogares (residuos de alimentos no animales, cartón, papel, etc.) para fabricar nuestros propios abonos orgánicos, disminuyendo así la cantidad de residuos sólidos que generamos, mientras nutrimos la tierra que dará paso a cosechas más abundantes.